Sistema de hipotesis
Muchas de las menores adolescentes entrevistadas no identifican las conductas de abuso psicológico como violencia de género porque están acostumbradas a ver esto en su entorno: el control de la forma de vestir, de sus amistades, amenazas etc. Restan importancia a lo que les ocurre, les cuesta ver el peligro y su deterioro y se resisten a reconocer lo que les está pasando. Cuando no es identificado se tolera y, finalmente, se acaba normalizando.
Estas adolescentes consideran que la violencia es inevitable en una relación de pareja. Incluso pueden llegar a identificar una conducta de ciberacoso como amor, preocupación o interés en lugar de considerarlo como un intento de control y dominio y no consideran, por ello, la necesidad de pedir ayuda a sus familiares o a profesionales.
Existe, también, entre estas menores adolescentes, una escasa percepción del riesgo para realizar determinadas conductas a través de Internet, como el envío de imágenes íntimas o, incluso, de contenido sexual. En el momento de hacerlo, no se paran a pensar en las consecuencias que esto podría conllevar, lo ven como un acto de intimidad entre ella y su pareja y confía demasiado en la discreción de ésta última y en el amor que le profesa.
Es un riesgo que la menor adolescente haya padecido una experiencia previa de maltrato, porque en este caso pensará que merece ser maltratada.
Las adolescentes que sufren este tipo de violencia pueden padecer ansiedad constante, sentimientos de indefensión y sensación de no ser dueñas de sus vidas. Este tipo de relaciones pueden provocar graves secuelas psicológicas si no se recibe el tratamiento psicológico adecuado. El aislamiento es una de las mayores secuelas en una adolescente víctima de violencia de género.
Es necesario llevar a cabo programas de formación personal que permitan disminuir en el sector los estereotipos de género, y concienciar a las mujeres sobre sus capacidades.
Sería conveniente reestructurar el tejido social de las familias del barrio, con el fin de crear redes que permitan agilizar la comunicación, apoyo hacia las víctimas, que al sentirse respaldadas pierdan la sensación de temor e inseguridad y realicen mejores decisiones que garanticen su seguridad.
Se debe capacitar a los funcionarios encargados y sensibilizarlos en temas relacionados con la violencia de género, además de crear equipos que puedan dar respuesta efectiva y hacer seguimiento a las denuncias realizadas, con el fin de proteger por el mayor tiempo posible a la víctima, garantizando su seguridad.
Sería pertinente realizar programas educativos y de sensibilización dentro de las comunidades educativas, y el sector salud, de forma que éstos aprendan a identificar los casos y a darles la adecuada orientación.
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